¿Qué pasa cuando el empleado deja de comparecer al lugar de trabajo durante un período sostenido?
En esos casos es de estilo el envío de un telegrama colacionado a efectos de intimar al empleado a reincorporarse al trabajo.
El caso que nos convoca ilustra la cuestión: un chofer de remise no inscripto en BPS fue internado para rehabilitarse de una adicción. La empresa, en pleno conocimiento de esa situación –es decir: con total premeditación y alevosía-, intimó al empleado a la inmediata reincorporación para de esta forma intentar configurar el llamado abandono de trabajo.
Naturalmente, como el empleado no estaba inscripto en el BPS, no le era posible justificar formalmente su ausencia (si hubiera estado inscripto en los organismos públicos, la mutualista del trabajador hubiese notificado de la internación al BPS y de esta forma el empleador hubiera estado impedido de exigir la reincorporación del trabajador a su puesto).
Una vez dado de alta de la internación, el empleado regresó a la empresa para retomar sus tareas como chofer. Sin embargo, en el ínterin su puesto había sido cubierto por un nuevo empleado. Motivo por el cual el trabajador se consideró indirectamente despedido y reclamó la correspondiente indemnización.
El Tribunal de Apelaciones del Trabajo actuante dio la razón al empleado y condenó a la empresa a pagar la correspondiente indemnización por despido. En opinión del Tribunal, la intimación practicada por la empresa, carecía de toda eficacia. Y ello por cuanto el empleado se encontraba internado y ese hecho era conocido por la empresa. Y agregó el Tribunal: “mal podía trabajar como chofer, si se estaba recuperando de una enfermedad de adicción y menos aún certificase, si la relación informal hacía que eso fuese imposible, lo que explicaba que la ausencia al trabajo no fuera voluntaria o querida. Además, lo cierto es que luego de obtenida el alta médica, el empleado se presentó a trabajar y no fue reintegrado pues había otro chofer manejando el remise, configurándose su despido tácito”.